Muerta me quedo.
Metafóricamente, se entiende. A los suecos les debemos grandes cosas, como por ejemplo Ikea, H&M y el creciente gusto por los arenques ahumados. Quizás a partir de ahora les deberemos también la primera ‘funeraria virtual’.
Muerta me quedo.
Metafóricamente, se entiende. A los suecos les debemos grandes cosas, como por ejemplo Ikea, H&M y el creciente gusto por los arenques ahumados. Quizás a partir de ahora les deberemos también la primera ‘funeraria virtual’.
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Se “El sistema nacional (británico) es el segundo más eficiente del mundo”. Se quedan tan panchos, pienso mientras escucho la ‘broma’ en BBC radio.
Y digo broma, porque no soy capaz de visualizar ninguna de mis visitas a cualquier hospital, centro de salud o ambulatorio español en el que no se escuche hablar en algún idioma ‘raro, raro’ (bendito Papuchi…) y se vean pacientes de esos países cuyos sistemas de salud son tan eficientes (el primero de la lista es Holanda, otro habitual en e Servicio Balear de Salud, por ejemplo).
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En pleno descarrilamiento de la política española, tirada por la locomotora económica de ese tren llamado Deseo –de que no nos echen del euro, de acabar con cinco millones de parados, de ocupar el lugar que nos corresponde dentro y fuera del mapa comunitario y de una largo etcétera- echo la cabeza hacia atrás, frunzo el ceño para mayor concentración y le dedico unas líneas a mi añorado Metro de Madrid.
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Ni al más avispado creativo de Master Card podría habérsele ocurrido tamaña variante de su último eslogan. Y es que las colas que se forman para entrar al consulado español en Londres son de aúpa.
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“¿Física Cuántica? ¿Eso qué es, que yo te pregunto qué hora es y me contestas que cinco kilómetros?” así se despachaba Woody Allen en ‘Y todo lo demás’, desesperado por hacerle ver al prota rescatado de American Pie el baile hormonal por el que atravesaba una Allenizada Cristhina Ricci.
Descubro en La ciencia de la mula Francis la pifia / atrevimiento de un traductor español, que en su empeño por acercar las delicias de Saint-Exupéry a los niños patrios, se tomó la libertad de corregir una suma con la que el hombre de negocios del Cuarto Planeta ilustraba al Principito…
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